martes, 30 de abril de 2013

00.36 EL SENTIDO PROFUNDO DE LA VIDA.






El sentido profundo de la vida



La suave sensación de vivir es profundo sentimiento en lo más recóndito del alma. Allí donde nadie, salvo Dios, penetra; reside mi cálido yo, la dimensión privada que me informa; y, cuando no huyo de ella por temor a verme como en realidad soy, soy veraz y encuentro la verdadera felicidad. Pero el miedo, las definiciones adulteradas de una sociedad que nos aliena, no permiten fácilmente el “paso” a su sonrisa de amor y de amistad. Las definiciones en función del “pasar” se resisten al ser y están "ancladas", como la mayoría lo está, en sus determinaciones “mundanas”. El temor al rechazo y la no obtención de las prebendas materiales adjuntas al servilismo de normas espurias, forma una madeja de inhibiciones que no nos atrevemos a desenredar.
La vida es realidad de ser tal como “somos” no como parecemos ser o son. La doxa (opinión) de nuestra familia, los amigos, la sociedad, es demasiado fuerte y es mejor plegarse a su poder que buscar la dimensión real de lo que somos. Y el yo sufre en soledad la negación de su verdadera identidad sojuzgado por lo aprendido y aceptado del mal en el transcurrir de nuestros instantes.
Jesús, siempre predicó y vivió en la profundidad de su ser: murió crucificado.  Sócrates, buscaba en cada uno su verdadero ser y fue condenado a beber la cicuta. Gandhi, luchó por la verdad y el bien y fue asesinado. Y así, miles de personas buenas han sido sacrificadas al poder de la doxa humana, para perpetuar el mal en el cual se vive y se regocija el “mundo”.
La episteme, el verdadero conocimiento de la verdad, está escondido en lo profundo del ser y nuestro “yo” es su centro. Nadie que quiera ser en verdad lo que somos escapa de vivir en esa dimensión, lo demás son islotes de cizaña creciendo en nuestro campo de trigo.
El verdadero camino a la episteme pasa por renunciar a la mentira, al poder, a los placeres inicuos, a la depravación de una sociedad satisfecha de si misma, buscando la felicidad donde no se encuentra y tantas y tantas cosas que nos atan a lo que no es nuestra dimensión real de ser. Pero muy pocos se atreven a ir, a caminar, a recorrer el sendero justo donde vive la VERDAD.
El "reino de Dios" está en nuestra dimensión profunda, pero, para llegar, es necesario caminar en rectitud de vida, de conciencia y del verdadero amor. Allí, sólo allí, se haya toda paz, todo deleite y todo el AMOR que nos formó y nos acompaña.
 

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