viernes, 16 de marzo de 2007

00 07 LA QUEJA DEL SER.




La queja del ser.
El ser, mi pobre ser. Trascendente fluidez de vida, de donde emana fuerza sentido y Verdad a toda criatura. Ser íntimo y callado donde resido “yo” y alumbro mis actos en el Bien de Aquel que es más intrínseco a “mi” que yo mismo.
La sustancia del ser humano es única, trascendente y misteriosa en cada uno de nosotros.
Participamos de manera personal, intransferible y unívoca, en aquello que nos define como personas.
Pero, la esencia que nos forma, sufre la sombra de la animalidad donde se realiza el paso y el peso de nuestra totalidad humana.
Somos ser, pero unido en estrecha simbiosis a una forma animal, compuesta de la materia que forma el universo visible.
Cuando el peso de la parte “sensible” se apropia de la conciencia libre, ya sea por el hábito, o por el poder de la voluntad consciente; y dirige toda su potencia en la satisfacción de los instintos primarios del cuerpo animal; el ser profundo, suave y verdadero, se esconde y guarece en lo más íntimo de lo llamado "subconsciente"; donde se oculta del daño que a la "libertad" de esa persona le produjo. Porque el ser está y es primero y privativo, dentro de la entidad humana. Su delicadeza, su transparencia, su limpidez y su ansia de bien y verdad: se siente ultrajada, manchada, destruida y desamada; lo cual implica el odio de si mismo, al no ser lo que en el fondo de nosotros sabemos que es lo mejor y lo bueno.
Nuestro ser ama la verdad y no se engaña con respecto a ella sino a causa del “racionalismo” ultrajante que, por la fuerza de intereses mezquinos, le imponemos.
Nuestro ser es libertad, quiere decidir sin coacción de ninguna clase, pero se le imponen modos y formas de definirse que, la mayoría de las veces, se le introducen por la fuerza bruta de la animalidad imperante en el entorno.
Nuestro ser es claridad y transparencia, quiere ver y saber todo lo que le sucede y percibirlo como bueno y conveniente para él. Si no es así no lo puede aceptar; por eso necesitamos tiempo y clama.
Nuestro ser es Bien y Bondad, ama lo que engrandece el ser de los otros: porque el otro es cercano a mí ser y comparte la misma luz. Cuando algo oscurece el ser del otro lo percibo; y mi ser, sufre la ausencia de la luz y la oscuridad que el otro tiene, y si hay oscuridad, ésta, proyecta en mi ser sombra también.
Nuestro ser es único, pero se está comunicando con todo y todos de una manera imposible de “atrapar” por nuestros sentidos. Somos y padecemos el bien y las sombras de cuantos nos rodean. Y querer que no sea lo que “es”, es decir, negar el ser de las cosas y el nuestro con la “creaciones intelectuales y abstractas” de la razón: sólo lleva a la mentira, el autoengaño y el disfraz del ser con el no-ser que nosotros fabricamos. Pero ese no-ser no tiene más fuerza de realidad que la potencia que tenga nuestro ser y esté sólo alcanza a lo humano y sus obras. O sea, aquello que mi ser hace o influye para que otros hagan, es nada comparado con lo que en verdad Es. No tiene prácticamente alcanza real, sino en nuestra sociedades y en nuestra vida y de manera momentánea y esporádica. No terminamos de entender que la “contingencia humana” es un pequeño hueco en el mundo del Ser y nuestra realidad tiene la fuerza de instantes y momentos pasajeros y frágiles que no resiste el paso del tiempo.


 

1 comentario:

J. G. Manzano dijo...

El agua de la vida es siempre limpia y pura, pero ¡hay! cuando brota del manantial para correr cauce abajo...
Entonces las peñas la hacen saltar en mil pedazos, en miles lágrimas, y el barro y el limo la enturbian... Pero no puede parar... Solo en algunos remansos sueña con su límpida fuente...
Al despertar vuelve a sufrir el empuje despiadado e inerte la masa que la rodea por todas partes...
Solo le queda una última esperanza: ¡El mar infinito!.

Tu amigo Pepe.